miércoles, 7 de abril de 2010

La mente extendida

Rupert Sheldrake es un biólogo y filósofo de la mente muy debatido y criticado en determinados ambientes, tanto como admirado y citado en otros. Su idea más conocida es la descripción de los campos mórficos que serian los responsables de dar forma tanto a los organismos vivos como a la materia inerte con cierta tendencia a adoptar formas, como sucede con los cristales. También explicaria el aprendizaje entre individuos de la misma especie no contigüos.

Sheldrake argumenta que en el código genético -el ADN- no se encuentran codificados los planos de la casa sino sólo como deben de juntarse los ladrillos, efectivamente los genes no son más que instrucciones para la síntesis de proteinas pero no contienen ningun plan para desarrollar un organismo vivo al completo. Si en los genes no están los planos ¿donde están?, esta es en síntesis una de las ideas mas revolucionarias y transgresoras de Sheldrake. Concluye que tiene que haber un campo invisible, sin localidad que está en todas y cada una de las células de nuestro cuerpo y del mismo modo está por fuera del cuerpo y que representaría algo asi como la memoria mórfica de la especie. Se trataria de un campo energético que prestaría la forma (los planos) a todo proceso de arquitectura viviente a partir de un registro mnéstico que no está determinado por la genética sino que está en continua evolución.

Sheldrake resucita asi la vieja teoria lamarckiana de que los rasgos adquiridos pueden ser trasmitidos al resto de la especie no por via genética sino por resonancia mórfica. Y que argumenta del siguiente modo: cualquier aprendizaje de un cierto número de miembros de una especie determinada acaba por universalizarse a toda la especie cuando se alcanza una determinada masa crítica.

Sheldrake es pues un hereje.

La idea de campo mórfico presenta algunas debilidades estructurales. Por ejemplo Sheldrake no aclara cual seria la energia que alimenta este campo: ¿los campos mórficos serían ondas de baja energia, luz, infrarojos o ultrasonidos?

Pero simultáneamente con esta debilidad posee algunas fortalezas que proceden de fenómenos que no tienen explicación segun las leyes de la fisica que conocemos en la actualidad.

Y pone algunos ejemplos extraidos de la vida cotidiana para explicar en que consiste la resonancia que es según él el mecanismo de comunicación entre campos mórficos e individuos. La resonancia es un fenómeno que afecta a los sistemas que disponen de movimientos periódicos sometidos a oscilación, asi hay una resonancia química y una resonancia acústica o eléctrica. En realidad resonancia significa el reforzamiento de una señal, una especie de amplificación como sucede en acústica con los armónicos o con el laser en la luz donde la coherencia de fase parece tener mucho que ver con el termino resonancia al menos tal y como lo emplea Sheldrake. En cualquier caso es evidente que “resonancia” implica un cierto grado de sintonización entre emisor y receptor de una señal cualquiera que esta sea.

¿Como sabe mi perro que estoy subiendo por el ascensor o que acabo de aparcar en el garage?

Este es un conocido ejemplo de los que Sheldrake propone para ejemplificar la sintonización. Simplemente mi perro se encuentra sintonizado conmigo y con todos los miembros de mi familia y por eso es capaz de reaccionar ante mi presencia mucho antes de que esta se produzca, algo que no puede explicarse a través del sonido o del olor. Mi perro reacciona mucho antes de que huela u oiga nada de mi.

A nivel popular también tenemos una palabra para designar este curioso y conocido efecto, “estar en la onda” significa ese algo más de simpatía o empatia que hace que una persona aun desconocida nos produzca “buenas vibraciones”. Hay algo extrasensorial que está provocando ese fenómeno que no puede ser explicado de una forma racional: la antipatía o el prejuicio tambien podrian ser explicadas a través de este mecanismo de la sintonización o mejor de la desintonización o interferencia.

Recientemente Sheldrake ha publicado un libro titulado “El séptimo sentido: la mente extendida” donde da forma a una idea que venia rondando por su cabeza desde tiempo atrás segun he podido observar a través de diálogos con Krishnamurti, Mc Kenna o David Bohm y que se encuentran disponibles en español en youtube. También podeís visitar la web del propio Sheldrake.

Aqui mismo hay un articulo donde hablan de este libro y de las tesis que sostiene Sheldrake al dar una nueva vuelta de tuerca a sus ideas sobre los campos mórficos y en relación con la conciencia humana.

La idea que Sheldrake propone en este libro tiene mucho que ver con mi post anterior donde hablé precisamente de “Luz y visión”.

La idea que exploraba en este post era la posibilidad de que pudieramos ver sin ver, esto es, si más allá de los circuitos ópticos no habria otra manera de ver que no dependiera de la luz. Me preguntaba en ese post acerca de la contradicción entre lo que vemos (ahi afuera) y el lugar donde se forman las imágenes cerebrales (en el lóbulo occipital) y me preguntaba si no habria alguna forma mediante la que el cerebro proyectaba esas imágenes en la realidad desde el interior del cerebro.

Me preguntaba también de donde sale la luz con la que se iluminan nuestros sueños y otros estados modificados de conciencia y planteaba si la melatonina no estaría implicada de alguna forma en aportar “luminosidad” a la conciencia en determinados circunstancias del mismo modo en que entendemos que trasduce la luz (en la glandula pineal) para transformar la energia electromagnética en química.

Lo cierto es que unos dias después de haber subido ese post me di de bruces con un artículo donde se hablaba precisamente del libro de Sheldrake en un extraño bucle de sincronicidad.

Pero Sheldrake va más allá de lo que yo mismo sugerí en aquel post y declara que las imagenes visuales se forma por contacto, es decir que más allá de que nuestro cerebro tenga noticias de las mismas a través de la representación que la via óptica acaba haciendo en el lóbulo occipital, lo que vemos ahi afuera es el resultado de haber tocado los objetos literalmente a través de nuestro campo mental. El cerebro seria secundario en este proceso que dependeria de la mente visual y sólo seria un amplificador de señales, una especie de modulador entre lo que ya hemos visto y lo que nos representamos, una doble computación que es probablemente lo que da coherencia a lo que se ve. De este modo la experiencia de mirar es profundamente mental y de alguna forma táctil y no depende más que de un modo secundario con las imágenes formadas en la corteza visual del cortex occipital.

Los budistas suponen que el pensamiento, es decir la capacidad de abstraer, pensar o imaginar son y representan un sexto sentido, nosotros hablariamos mejor de intuición. Para Sheldrake el séptimo sentido supone un paso más allá: se refiere a la capacidad de saber algo de alguien por una via no convencional, no sensorial, fenómenos como la telepatia podrian ser explicados -de existir- a través de este septimo sentido.

En cualquier caso, la tesis más importante de este libro no son los ejemplos marginales sino su teorización acerca del cerebro como una especie de sintonizador. Para Sheldrake la mente no procede del cerebro sino que utiliza al cerebro como interface de expresión, en realidad el cerebro se hallaria diseñado y facilitado para sintonizar con unas emisoras pero no con otras. Es como si el cerebro fuera una especie de transistor que pudiera a través de sus diales encontrar una emisora con mas facilidad que otras, pero esas emisoras no están en el cerebro propiamente dicho sino en la memoria mórfica, una especie de base de datos cósmica donde se encuentra tambien la memoria individual que Sheldrake niega que se encuentre en el cerebro individual.

Esta idea fuerte a mi juicio es bastante coherente con lo que sabemos sobre los modos de estar en mundo: estos no son infinitos sino que se reducen a una docena de supuestos, del mismo modo que aprendimos a entender los creodos de la subjetividad humana a través del mito podemos aprender la conducta humana en base a la frecuencia en que un determinado comportamiento se manifiesta. Hay sólo algunas formas de estar en el mundo y aunque la mayor parte de nosotros presentemos múltiples diferencias procedentes de distintas educaciones, circunstancias, entornos geográficos y culturales o demás, lo cierto es que las formas de estar en el mundo pueden contarse con los dedos de la mano.

Del mismo modo sucede con las enfermedades, son las que son aunque evolucionan y no son fijas y aunque cada vez más existen neoformaciones enfermizas patentadas por la cultura, lo cierto es que las enfermedades son finitas. Solamente puede enfermarse siguiendo unas guías ya recorridas con anterioridad, una enfermedad no puede sino parecerse cada vez mas a sí misma soportando a veces burdas imitaciones pues existe un patrón de memoria en su representación. Fueron patentadas ya por la tradición y aunque un individuo puede inventar una enfermedad nueva, esta no podrá manifestarse hasta que alcance la suficiente masa crítica para hacerlo: una suficiente masa de acólitos sintonizados por un determinado sufrimiento, una emisora que trasmita noche y dia.



Lo similar resuena con lo similar y es por eso que yo tengo la sensacion de poseer un Yo, pues resueno con facilidad conmigo mismo y con lo que fui ayer que con cualquier otra cosa, lo mismo les sucede a las enfermedades y a los patrones de comportamiento, hay como un hábito, una adicción o resonancia a parecerse cada vez mas a sí mismo.

Todo parece indicar que es el sufrimiento lo que nos aglutina en torno a lo humano, mientras que es el placer lo que nos dispersa o diferencia.

La idea de campo mórfico de Sheldrake es muy parecida al concepto jungiano de inconsciente colectivo (en esta web podeis leer un buen articulo sobre el asunto). Para Jung el inconsciente colectivo era algo que constituía y estructuraba lo humano más allá de sus circunstancias personales y que explicaba los similares sueños entre sujetos alejados o las distintas cosmogonias tan similares unas a otras, la similitud procederia precisamente de esta atracción que cada campo mórfico ejerce sobre lo parecido.

Del mismo modo que Sheldrake, Jung tampoco supo donde ubicar este inconsciente que es invisible, inmaterial e intangible pero que parece gobernar las rutas por las que transitan las formas, los comportamientos humanos, el carácter, la manera de estar en el mundo y los sueños.

La idea es que estamos conectados a una gran base de datos cósmica que puede entenderse como un océano de campos que inflitran lo huamano y a la humanidad entera, en este modo de comprender las cosas determinados fenomenos que hoy consideramos paranormales llegarán a ser comprendidos por la ciencia. Por ejemplo la telepatía que siempre imaginamos como un modo de transmitir señales mentales a distancia puede que no tenga nada que ver con esa imagen del viaje de señales. Simplemente dos personas muy unidas entre sí pueden estar compartiendo un mismo campo mórfico y una misma conexión-sintonización. En este tipo de personas -como a veces sucede entre ciertas relaciones entre gemelos o en el vinculo madre-hijo- puede haber trasducción de señales, no porque haya uno que emite y otro que recibe sino porque existe un interface común que hace de puente entre ambos, algo asi como si dos personas separadas entre sí por cientos de kilometros estuvieran oyendo un mismo programa de radio interactivo y participando por tanto del mismo.

La idea de Seldrake posee aun otro aliciente sobreañadido: la mente no sería -en esta forma de ver- un subproducto del cerebro sino la energía que le rebasa y al mismo tiempo alimenta y que proceda de donde proceda lo cierto es que es seguramente el lugar donde están todas las emisoras emitendo programas continuamente y con las que cada cerebro sintoniza automáticamente según su querencia particular.

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