jueves, 8 de octubre de 2009

Hacia los orígenes de la felicidad

La felicidad se manifiesta en una zona específica del cerebro, según los investigadores. los científicos debaten si es bueno que se la estimule en personas sanas.
(La Nación) Para Juan Pablo Piñeiro (27 años), ser feliz es compartir los buenos momentos: "Me siento muy bien cuando los vivo con gente que quiero", afirma. Analía Pazos (30) asegura: "La felicidad es la conjunción de muchas cosas. Es lo que siempre pido en un brindis: salud, dinero y amor".
Iñaki Erreguerena (30) opina que "es la suma de pequeños momentos de grandes alegrías" y ver felices a los que quiere. Diego Marcos Ithurburu Isola (32) estima que "la felicidad es poder pasar más tiempo con la familia, gozar de buena salud y aprender a disfrutar de las pequeñas y cotidianas cosas de la vida, como la conversación, el descanso, la amistad, el trabajo".
Delia Oneto (68) llegó a la conclusión de que "es un estado de la mente que va más allá de tener dinero, hijos, casa o marido". Por su parte, Ricardo Ponce (55) contesta sin vueltas: "Lo que me hace feliz es el dinero y comprar cosas".
Todos ellos ofrecen una respuesta sugestiva —aunque incompleta— a una pregunta que en los últimos tiempos desvela a psicólogos, psiquiatras y neurocientíficos: ¿qué es lo que nos hace ver la vida color de rosa? Y, en el caso de que lo descubramos, ¿es posible estimularlo a voluntad?
Para hallar las raíces de ese estado de ánimo que nos hace cantar, tratan de encontrar patrones en las respuestas de las personas comunes y corrientes, comparan a pares de mellizos, analizan registros de imágenes mentales, estudian a monjes budistas, y no desdeñan ningún indicio que pueda iluminar los mecanismos mentales que hacen brillar nuestra existencia.
Las conclusiones comienzan a redondear un cuerpo de conocimiento en cierto modo sorprendente. Por ejemplo, hoy se sabe por imágenes de resonancia magnética que el ánimo positivo y entusiasta se asocia con una mayor actividad de la corteza prefrontal izquierda. También se postula que venimos "programados" para ser felices; es decir, que tendríamos un nivel emocional predeterminado para nuestro humor diario, más allá de las circunstancias de la vida.
Según algunos autores, las cuatro condiciones determinantes para ser feliz son la autonomía, la competencia (sentir que se es efectivo en las actividades que se emprenden), los vínculos con otras personas y la autoestima. Luego vienen la determinación (tener metas propias) y ser físicamente atractivo, y sólo en último lugar aparece la popularidad y el dinero.
Sin embargo, otros disienten: diversos estudios muestran que quienes tienen discapacidades severas son menos felices que los que no las padecen, que los casados son —en general— más felices que los solteros, que ese aumento de felicidad se prolonga a lo largo de décadas, y que quienes se separan o enviudan experimentan un descenso de su bienestar. Por otro lado, lo que explicaría que a medida que los ingresos aumentan los niveles de felicidad se mantienen inalterables es que al mismo tiempo que se elevan nuestras posesiones también se multiplican nuestras aspiraciones materiales.
"En un individuo típico —escribe el investigador norteamericano Richard Easterlin— la función felicidad depende de la razón entre las aspiraciones y los logros en cada dominio de la vida."
Pero además, poco a poco, los neurocientíficos están empezando a atisbar la compleja maquinaria cerebral responsable de lo que podríamos llamar la "alegría".
"Antes se pensaba que había un sistema límbico, un anillo de estructuras que se encargaba de las emociones —explica Facundo Manes, director del Instituto de Neurología Cognitiva—. Hoy estamos revisando ese concepto y demostrando algo que postulaba Darwin ya en 1872: que la expresión de las emociones en humanos y en animales es homóloga. Existe un conjunto limitado de emociones básicas que se mantuvo a lo largo de la evolución en las diferentes especies: alegría, tristeza, sorpresa, miedo, asco, ira, disgusto. Y están asociadas con señales faciales que son comunes a diferentes culturas."
Ya en 1983 se postuló que cada emoción debe estar asociada con un circuito cerebral particular. Y así como se descubrió que, por ejemplo, la amígdala está relacionada con el miedo, la ínsula con el disgusto y el estriado ventral interviene en la agresión, se sabe que la corteza prefrontal está involucrada en la regulación de la emoción y la toma de decisiones guiadas emocionalmente.
El mapa de las emociones
"Entre otras cosas, sabemos que la corteza orbitofrontal, una región «nueva» del cerebro desde un punto de vista evolutivo, se encarga de la recompensa y el placer —afirma Manes—. También se demostró que la emoción está «lateralizada»: cuando hay una lesión en el área derecha, los pacientes tienen risa patológica o se muestran patológicamente desinhibidos; cuando la lesión es en la izquierda, hay más depresión o angustia. Eso indicaría que el lado izquierdo procesa más la alegría y el derecho la tristeza. Lo interesante es que en individuos normales, estudios realizados en resonadores magnéticos funcionales mostraron que las mujeres y los varones procesamos las emociones de forma diferente. Las mujeres muestran mayor representación cerebral cuando evocan pensamientos tristes que los varones, y esto explicaría el riesgo casi duplicado de depresión que padecen con respecto a los hombres."
Sin embargo, si bien se puede decir que esta área es "necesaria" para la alegría, no es la única. "El cerebro trabaja en red y como si fuera un piano —apunta Manes—; algunas notas son más fuertes que otras. Quiere decir que se activa todo el cerebro, pero hay un área predominante."
"Podríamos distinguir la percepción de objetos hermosos, la experiencia de la felicidad y la expresión de la felicidad —dice durante un diálogo telefónico con LA NACION el doctor Sergio Paradiso, de la Universidad de Iowa, en los Estados Unidos—. Y aunque estos tres aspectos se han conectado muy fuertemente entre sí seguramente se relacionan con distintos mecanismos que pueden ser disociados en el cerebro."
Por ejemplo, la percepción de caras hermosas, una función muy importante en la vida social, está conectada con la parte inferior y medial del lóbulo temporal. Con esa parte del cerebro distinguimos si una cara es familiar o no, si es fea o hermosa, y eso abre las puertas a un sentimiento de felicidad o no. Los estímulos de recompensa muchas veces activan un área cerebral en la parte más baja de los ganglios basales, llamada estriado ventral.
"Son zonas que se activan cuando se toman drogas como la cocaína -detalla Paradiso-, y seguramente los adictos están buscando un rápido sentimiento de felicidad, de recompensa. También se piensa que situaciones de la vida normal en que uno se siente bien están conectadas con la actividad de esta área del cerebro, como el orgasmo."
Aportado por Alejandro Alonso

¿El cerebro humano no está diseñado para alcanzar la felicidad?

¿El cerebro humano no está diseñado para alcanzar la felicidad?
"El cerebro humano, producto de 700 millones de años de evolución, no está diseñado para alcanzar la felicidad", apunta el Prof. Francisco Mora, catedrático y director del Departamento de Fisiología Humana de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid (UCM)
La principal causa de la infelicidad del ser humano estaría en nuestro sistema límbico o cerebro emocional, una estructura que gestiona respuestas emocionales ante estímulos sensoriales. Ahí, "toda la información que recibimos del mundo externo a través de los sentidos se impregna de matices emocionales, de placer o dolor, lo que realmente nos impide ser felices", explica. En definitiva, "el objetivo final en el diseño de todo cerebro es la lucha por la supervivencia".
No obstante, a diferencia de los animales, "el ser humano, cuyo cerebro pesa aproximadamente un kilo y medio y posee una complejísima organización funcional, ha atisbado la conciencia de sí mismo", lo que le lleva a plantearse dos vías para conseguir un tipo determinado de felicidad: una de ellas consiste en mantener el equilibrio entre el placer y el dolor, pues "ambos extremos producen infelicidad", y la otra, "más drástica y quizás más auténtica", en aislarse del mundo, evitando interaccionar con él y que la información sensorial alcance, en el cerebro, el sistema emocional. Esta segunda vía se alcanzaría por la idea de Dios y el rezo o la meditación.
"Quien en medio del placer no siente deseo... Quien ha abandonado todo impulso, temor o cólera... Quien ni odia ni se entristece... Ése, está en plena posesión de la felicidad o la sabiduría". Con esta cita, extraída del Mahabarata -la gran epopeya religiosa, filosófica y mitológica de India-, resume el Prof. Mora su intervención en el ciclo "En tierra de nadie", que pretende animar el debate, la reflexión y el encuentro entre las aportaciones de la cultura científica y la humanística.
La felicidad poética
Desde el punto de vista de la literatura, "es más fácil escribir sobre la infelicidad", comenta el escritor Luis Muñoz, licenciado en Filología Española y en Filología Románica por la Universidad de Granada. Esto se debe fundamentalmente a que este estado "lleva aparejada la necesidad de aliviar el dolor que produce, algo que puede hacerse fácilmente a través del lenguaje poético". Por el contrario, "la felicidad no necesita de ningún tipo de escritura por su condición irreflexiva".
Además, "el lenguaje de la poesía expresa la infelicidad mejor que la felicidad, pues cuenta con más recursos verbales para la primera y atrae especialmente los momentos desgraciados", ha añadido. Esto explicaría, entre otras cosas, que este tema haya impregnado tantos poemas desde los orígenes del género, que "no es más que el testimonio de una sensibilidad o de una inteligencia", al fin y al cabo.
Muñoz ha puesto como ejemplo tres formas de afrontar la felicidad en la poesía: como instrumento del conocimiento en el Juan Ramón Jiménez de "Diario de un poeta recién casado"; como una manera de celebrar todos los elementos de la vida, aun los más vulgares, en el Pablo Neruda de "Odas elementales", y el Jorge Luis Borges del poema "1964", con una especie de felicidad alternativa que proviene de la cultura y de la contemplación del mundo, después de que ha fracasado la posibilidad de la felicidad amorosa.

jueves, 1 de octubre de 2009

La diversidad molecular sería la clave de la inteligencia

Un estudio británico desvela la lógica subyacente a la complejidad de nuestro cerebro
La inteligencia no depende únicamente del tamaño del cerebro o del total de neuronas que contenga, sino también de la diversidad molecular en la composición de las sinapsis, según una investigación desarrollada por científicos británicos. El estudio de 600 proteínas presentes en las sinapsis de los vertebrados permitió descubrir que las sinapsis de los invertebrados sólo contaban con la mitad de ellas. Según los investigadores, esto significaría que existe una gran diferencia en el número de proteínas de las conexiones neuronales de las distintas especies, y que dicha diferencia sería lo que establecería el grado de capacidad de aprendizaje y de memoria. Por Yaiza Martínez.


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Una investigación llevada a cabo en el Reino Unido, y de la que se ha hecho eco la revista Nature Neuroscience, ha descubierto que la inteligencia no depende únicamente del tamaño del cerebro o del total de neuronas que contenga, sino también de la diversidad molecular en la composición de las sinapsis entre las neuronas. Las sinapsis son las uniones especializadas mediante las cuales las células del sistema nervioso se envían señales eléctricas entre ellas. Pero las sinapsis no son sólo simples “enlaces”, sino que funcionan como mini procesadores que permiten al sistema nervioso aprender y recordar. La eficacia de las estructuras del cerebro humano no sería fruto, por tanto, sólo de su tamaño, sino que tendría su origen en los cada vez más sofisticados procesamientos moleculares de los impulsos nerviosos, que han permitido el desarrollo de animales con comportamientos progresivamente más complejos. Esta investigación ha sido realizada dentro del Genes to Cognition Programe del Wellcome Trust Sanger Institute del Reino Unido, en colaboración con las universidades de Edimburgo y de Keele. Fue dirigida por Seth Grant, director de dicho programa de investigación. Las proteínas marcan la diferencia Según explica el Wellcome Trust Sanger Institute en un comunicado, el estudio de Grant y sus colaboradores ilustra cómo ha sido la evolución molecular del cerebro. Demuestra que ha habido dos oleadas de sofisticación aumentada (la primera hace algunos miles de millones de años y la segunda hace alrededor de unos 500 millones de años) en la estructura de los enlaces entre los nervios, que podrían ser el impulso que permitió evolucionar a los cerebros complejos, entre los que se incluye el de los humanos. El número y complejidad de las proteínas habrían explosionado con la aparición de los animales moleculares. La segunda oleada habría ocurrido con la emergencia de los vertebrados. Las proteínas características de los vertebrados serían las que les habrían otorgado un abanico más amplio de comportamientos, incluyendo las funciones mentales más avanzadas. Hasta ahora se ha creido que los componentes proteínicos de las conexiones nerviosas (de las sinapsis) son similares en la mayoría de los animales –desde los gusanos hasta los humanos-, y que es el aumento en el número de sinapsis en los animales más avanzados lo que permite pensamientos más sofisticados. Según declaró Grant en dicho comunicado, la cantidad mayor o menor de nervios no es suficiente para explicar una potencia cerebral mayor. Según la investigación realizada por el científico y su equipo, la causa del grado de dicha potencia estaría en “la dramática diferencia que existe, entre las diversas especies, en el número de proteínas de sus conexiones neuronales”. Modelo novedoso del cerebro Los científicos señalan que este descubrimiento conllevaría a un modelo novedoso y simple que serviría para comprender los orígenes y la diversidad del cerebro y del comportamiento de todas las especies. Según los investigadores, se habría dado un paso adelante hacia la comprensión de la “lógica” subyacente a la complejidad de nuestro cerebro. Para llegar a sus conclusiones, Grant y sus colaboradores estudiaron alrededor de 600 proteínas halladas en las sinapsis de los mamíferos. Posteriormente, y para su sorpresa, descubrieron que sólo un 50% de estas proteínas también se encuentran en las sinapsis de los invertebrados, y tan sólo el 25% de ellas en los animales unicelulares, que no tienen cerebro. Por otro lado, la investigación demostró que algunas de estas proteínas implicadas en la emisión de las señales sinápticas, en el aprendizaje y en la memoria, se encuentran en la levadura, que es un hongo microscópico unicelular. En ella, las proteínas actúan respondiendo a señales recibidas del medio, generando tensión por la escasez de comida o por cambios en la temperatura. Según Grant, “el conjunto de proteínas hallado en los animales unicelulares representa la antigua “protosinapsis” implicada en comportamientos simples”. Este conjunto de proteínas fue mejorado por la adición de nuevas proteínas con la evolución de invertebrados y vertebrados, y este hecho contribuyó al desarrollo de comportamientos más complejos en estos animales. Como los chips Uno de los principales logros obtenidos por los investigadores fue el de aislar, por vez primera, las proteínas de las sinapsis del cerebro de las moscas, lo que confirmó que los invertebrados poseen un conjunto más simple de proteínas que los vertebrados. En el caso de los humanos, los científicos descubrieron que la expansión en las proteínas que se produjo en los vertebrados propició que éstas fueran utilizadas en la formación de las diferentes partes de nuestro cerebro, particularmente de las regiones especializadas, como la corteza cerebral o la médula espinal. Según Grant, la evolución molecular de las sinapsis supondría un proceso similar al de la evolución de los chips informáticos: el incremento de la complejidad ha aumentado en ellos su potencia de procesamiento. Por tanto, animales con los “chips” más potentes pueden hacer mayor cantidad de cosas. Así, las especies de invertebrados simples presentan un conjunto de formas sencillas de aprendizaje propiciadas por sinapsis molecularmente simples. Por el contrario, las especies de mamíferos muestran un amplio abanico de modos de aprendizaje, que son permitidos por sinapsis molecularmente muy complejas. La evolución animal ha generado una amplísima gama de especies que incluyen desde los animales unicelulares a los multicelulares (invertebrados y vertebrados). En ellos, las sinapsis que forman las uniones entre sus células nerviosas están compuestas de muchas proteínas organizadas juntas en forma de procesadores de señales moleculares. De estas proteínas dependen tanto las funciones fisiológicas como el aprendizaje y la memoria de cada individuo.

Una mejor inteligencia cerebral?

7 de September 2008

Rafael Ortega

Categorías:General, Investigación, Nanotecnología
Según una investigación realizada por un equipo de científicos-ingenieros del Genes to Cognition Programe del Wellcome Trust Sanger Institute con sede en el Reino Unido, han descubierto que la inteligencia que posee cada individuo no difiere solamente del tamaño o cantidad de neuronas que su cerebro contenga, sino que también de la diversidad molecular que este conlleve.
Conforme a un estudio publicado en la revista Nature Neuroscience, este grupo de científicos británicos afirman que la cavidad que posean las sinapsis (uniones especializadas mediante las cuales las células del sistema nervioso se envían señales eléctricas entre ellas) permitiendo al cerebro aprender y recordar, junto con la variedad molecular son uno de los primeros patrones a la hora de una mejor inteligencia cerebral.
Expertos han llegado entonces a la conclusión de que la capacidad de inteligencia cerebral no depende de su tamaño o cantidad de neuronas disponibles solamente, sino que también de la capacidad que las sinapsis tengan a la hora de procesar impulsos nerviosos permitiendo un rápido y eficaz funcionamiento.
Para mas información tendencias21.net

CEREBRO - MEMORIA - NUEVA FASE

Hallan una nueva fase de la memoriaEs esencial para que los recuerdos perduren; descubrimientode jóvenes investigadores argentinosEn el cuento de Borges, Funes el memorioso "no sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado".Funes era incapaz de olvidar hasta la más nimia de las trivialidades, pero el cerebro del común de los mortales da un tratamiento diferenciado a los recuerdos: aunque guarda algunos durante años, renuncia a otros a los pocos días de haberlos adquirido.¿Qué hace que algunos recuerdos persistan, mientras otros se desvanecen en los laberintos de la memoria? Un equipo de investigadores del Instituto de Biología Celular y Neurociencias de la UBA empezó a responder esta pregunta.Descubrió que un recuerdo sólo persiste en el tiempo si un cierto número de horas después de haberlo adquirido, el cerebro sintetiza una proteína que intervino en su formación."Se sabe muy poco acerca de lo que pasa en el cerebro para que un recuerdo dure días, meses, años o toda la vida -explica Pedro Beckinschtein, primer autor del trabajo que integra su tesis de doctorado y acaba de publicarse en una de las más prestigiosas revistas de la especialidad, Neuron -.Nuestra hipótesis era que tenía que pasar algo similar a lo que ocurría cuando ese recuerdo se formaba."En el nivel molecular, para adquirir información, es necesario que se fabriquen nuevas proteínas en distintas regiones del cerebro.Los investigadores se centraron en el hipocampo, una región del lóbulo temporal."En humanos se sabe que las personas que no tienen hipocampo padecen amnesia y no pueden aprender cosas nuevas -detalla Bekinschtein-.En los animales, que es necesario que se fabriquen ciertas proteínas en esta estructura para que las conexiones involucradas en el aprendizaje se estabilicen."Trabajando con ratas de laboratorio, Bekinschtein y sus colegas (Martín Cammarota, Lionel MüllerIgaz, Lía Bevilacqua, Iván Izquierdo y Jorge Medina) descubrieron que doce horas después de producido el aprendizaje hay una nueva ola de síntesis de proteínas en el hipocampo que determina si ese recuerdo persistirá o no.Es una fase de la memoria -algo así como una estabilización "diferida"- que aun no había sido descripta."Sin esas proteínas -aclara el investigador- los animales se acuerdan perfectamente de lo que aprendieron durante 48 horas, pero a la semana ya lo olvidaron.Una de esas proteínas resultó ser un factor de crecimiento neuronal; es decir, una molécula que tiene que ver con el reforzamiento de las conexiones entre las neuronas.Es el «factor neurotrófico derivado del cerebro» (BDNF, según sus siglas en inglés)."Para demostrarlo, los científicos entrenaron a las ratitas mediante un sencillo procedimiento. Las dejaban en una plataforma de su jaula, pero cuando bajaban, se encontraban con una grilla que les daba un golpe de electricidad."Así, el animal aprende a no descender de la plataforma -dice Bekinschtein-.Es un entrenamiento muy simple, muy rápido y muy robusto."Luego, interfirieron farmacológicamente en la cadena de sucesos moleculares del cerebro.Para analizar la función del BDNF, les inyectaron una molécula que bloqueaba la proteína, y según en qué momento se interfería variaba cuándo y cuánto se acordaban los animalitos."Si la bloqueábamos cerca del momento de adquisición del aprendizaje -explica Bekinschtein-, el recuerdo directamente no se formaba.Ahora, si la bloqueábamos a las doce horas, los animales se acordaban a los dos días, pero no a los siete." De modo que esta nueva etapa es necesaria para que el aprendizaje tenga "jerarquía", es decir, para que forme recuerdos perdurables.Es más: según los investigadores, es posible que en el hipocampo se produzcan episodios recurrentes de consolidación para que la traza de memoria se mantenga."Si yo interfiero con esta fase novedosa que estamos describiendo, el recuerdo en el animal va a durar dos días -detalla Medina-; de modo que resulta obvio que las proteínas que estamos interfiriendo son necesarias para que duren.""Lo interesante -agrega Bekinschtein- es que este proceso de estabilización de los recuerdos permite que se puedan modular tiempo después de que se formaron.Puede suceder que la adquisición haya sido relativamente débil, pero luego ocurre algo que puede reforzarla de alguna manera y hacer que ese recuerdo se guarde mejor."Dado que los experimentos fueron realizados en animales, los científicos aún no saben en qué momento exacto se verifica en los seres humanos esta etapa clave para la consolidación de los recuerdos."A lo mejor no se da a las 12 horas, sino con el correr de semanas -arriesga Medina-.Podría ocurrir que en los seres humanos los recuerdos estén «sensibles» los tres primeros días, por ejemplo. Pero todavía no lo sabemos, es pura especulación..." Cuando eso se determine exactamente, en principio será factible modificar la duración de los recuerdos, una posibilidad fascinante e inquietante al mismo tiempo."Se podrá manipular conductual o farmacológicamente la memoria.Por ejemplo, será posible fabricar una pastillita que bloquee o estimule el BDNF para bloquear o consolidar un recuerdo", imagina Medina.Y concluye:"No sé adónde llegará esta perspectiva terapéutica, pero con esta investigación comenzamos a descubrir cómo se estructura un recuerdo.Sin este conocimiento no hay forma de intervenir. Para eso hay que saber cómo se forma y se guarda en el cerebro y cómo hace para perdurar".