Desde la aparición de las computadoras se han usado los términos relativos a ellas en forma cotidiana y con aplicación al ser humano. De la misma manera como decimos que se programa la computadora, así hablamos de nuestras propias programaciones que rigen nuestra conducta. Se instala el programa, se archiva o se cancela el programa. Lo mismo hablamos de nosotros mismos; nos instalamos programas y cancelamos otros y funcionamos de acuerdo a lo que hemos instalado a lo largo de nuestra vida.
De acuerdo con la PNL somos un cúmulo de programas ambulantes que estamos en constante actividad mental, de acuerdo con nuestros propios y únicos programas. ¿Cómo realmente es que nos programamos y qué sucede cuando lo hacemos? ¿Cómo es que algunos programas persisten en nuestra vida y otros van perdiendo el efecto?
Por un lado hemos acumulado programas básicamente a través del aprendizaje. Aprendemos desde antes de nacer y vamos grabando patrones mentales sin ser conscientes. Reconocemos sonidos, estados de ánimo y sensaciones en el vientre de la madre. Al nacer nos enfrentamos a un sinnúmero de estímulos que empezamos a absorber y a grabar sin control con el afán de aprender y de darnos cuenta que finalmente es parte de nuestra naturaleza.
Nuestro cerebro funciona como una computadora, incluso mucho mejor que una computadora. Absorbe una cantidad enorme de información y la organiza de una manera desconocida para nosotros. La computadora no sirve sin programa y tampoco sirve si teniendo el programa nadie lo utiliza. Constantemente estamos mandando nuevos programas, ideas, pensamientos al cerebro y se graban y los usamos día tras día.
Durante la infancia grabamos cientos, miles de programas que nos son dados por los padres, parientes, maestros, amigos y medios de comunicación. Recibimos programas buenos de salud y disciplina, otros de conocimientos y orden, otros de obediencia y amor, y muchos otros de todo tipo.
Una manera de instalar un programa es por medio de la repetición. Programación Neurolingüística justo indica que los programas viajan por las neuronas por medio del lenguaje. Y la repetición causará que se instale el programa. De niño seguramente te repitieron mil veces “lávate los dientes”, hasta que un día lo empezaste a hacer por tu cuenta sin que te lo dijeran. Y ese fue un buen programa. En la escuela te enseñaron las tablas de multiplicar repitiéndolas continuamente hasta que se quedaron grabadas en tu mente. Y ese fue otro buen programa. Cada vez que no cumplías con la tarea tenías un castigo y pronto aprendiste que esto no te convenía, entonces aprendiste a cumplir. Este fue también un buen programa porque te enseñaron a ser responsable.
Otra manera de instalar un programa es que se imprima en una sola vez. Este programa tiene tanta intensidad que se instala de inmediato y se queda fijo por mucho tiempo.
La maestra de segundo de primaria un día enfrente de toda la clase te gritó “eres un desordenado” y te avienta tu cuaderno y tú sentiste una terrible humillación. Ese fue un programa que se instala de una vez y causa estragos en la persona. Si el niño acepta esas palabras, las convierte en una creencia, quedará huella en su estructura profunda y será desordenado por mucho tiempo si es que no por el resto de su vida. Este programa se convierte en un estorbo para el. Además de que actúa directamente en su autoestima y en sus capacidades.
Desde luego que hay que corregir a los niños, hay que llamarles la atención, y ponerles límites, sin embargo, hay que cuidar el lenguaje que se usa, el tono y el volumen, porque con el lenguaje las maestras programan a sus alumnos a que las quieran o no las quieran, a que sean aplicados o desordenados, que les guste la escuela o no. De igual manera la madre, programa a su hijo a sentirse querido, o menospreciado, admirado o humillado.
Y estos programas no sólo se dan en la niñez, sino que continúan en la adolescencia y luego en la etapa adulta. Cualquiera te puede decir algo que te programe a dejar de hacer algo o a seguirlo haciendo. Las palabras tienen un gran poder en el receptor. El locutor no sabe en qué estado de ánimo se encuentra la contraparte y cómo le pueda afectar lo que diga. Aquí nos referimos a la relación en el trabajo entre el jefe y sus asistentes o empleados, también a la relación entre amigos donde hay más confianza, y también en la relación de pareja. Tenemos la capacidad continua de programar al otro por medio de nuestro lenguaje y por supuesto que el efecto también es reversible; otros nos programan por medio de sus palabras.
Te recomiendo que tomes un momento para reflexionar sobre los programas que tienes en tu “mapa” (ver artículo de "El mapa mental y la realidad"), que son programas que has aceptado consciente o inconscientemente. Ahora puedes hacer conciencia de ello y ver cuales sí te sirven y cuáles te estorban o ya no están vigentes en tu vida actual. Si una maestra te decía “desordenado”, haz un análisis para ver si has corregido eso y entonces desecha ese programa porque ya no estás en la primaria. Revisa otros programas que te molestan y trata de llegar a su inicio para que igual que en la computadora, los puedas borrar, modificar o cancelar. Acuérdate que tú puedes dirigir tu mente y por lo tanto tus programas, pero debes de ser consciente de ello.
La programación más peligrosa es la que hacemos con nosotros mismos. Ese diálogo interno que persiste todo el día también nos programa. ¿Qué te dices todo el día en cuanto al trabajo? No puedo, me da flojera, no tengo tiempo, soy un fracaso, me da miedo avanzar. Cuidado con tus palabras porque estás creando un programa con la repetición y con el tiempo puede convertirse en una realidad. Al ser una realidad ya es un hábito en ti y se convierte en parte de tu vida y tu personalidad. Y lo curioso de esto es que sucede casi sin darnos cuenta que lo hacemos. Pocas veces nos damos cuenta de todo lo que pensamos y lo que nos decimos. Somos extremadamente nocivos con nosotros mismos sin saberlo.
Necesitamos estar alertas para darnos cuenta qué estamos pensando sobre nosotros mismos y qué nos decimos en forma continua. Piensa ¿qué te dices en cuanto a tu salud? ¿Qué te dices en cuanto a tus relaciones? ¿Qué te dices en cuanto a tus capacidades? ¿Qué te dices en cuanto a tus éxitos y a tus fracasos? Toma en cuenta si eres amable contigo mismo en situaciones difíciles o eres duro.
Lo que eres el día de hoy es el resultado de todos tus programas y esos programas se instalaron por medio del lenguaje y tú los aceptaste, como ya dijimos, consciente o inconscientemente, pero allí están. Muchos de tus programas tú los instalaste sin ayuda de nadie. Ahora es el momento de ordenar tus programas y realizar una limpieza mental para que puedas funcionar mejor por la vida, en todas tus actividades. Busca mantener los programas que te dan motivación, energía, autoestima alta, capacidades, impulso, iniciativa y los demás mándalos al archivo muerto para que poco a poco se vayan desintegrando.
Cuida tus palabras contigo mismo y cuida tus palabras para con los demás porque los puedes programar negativamente. Puedes empezar a entrenar tu mente y aprovecha las palabras para motivar y programar a los que te rodean positivamente. Es un buen hábito y las personas querrán estar contigo porque se sienten motivados por ti. Sé consciente de lo que dices y cómo lo dices.
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