jueves, 16 de septiembre de 2010

El poder de la mente

Prestigiosos científicos norteamericanos, han demostrado que los humanos podemos influenciar en otros seres y objetos a través del pensamiento, las oraciones, y las intenciones

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Antes de sus investigaciones, se mostraban pesimistas sobre esta disciplina. Provienen de las universidades norteamericanas más importantes. La metodología de sus investigaciones es absolutamente científica y con el mayor grado de objetividad. Esto es lo que tienen en común los científicos que defienden la idea de que las personas pueden influir en el exterior… solo con su conciencia.
Mediums, manosantas, curanderos, brujos, parapsicólogos. A lo largo de la humanidad, la historia estuvo plagada de sujetos que afirmaban poder influir en el exterior solo con la energía de sus pensamientos. Muchas de estas personas (tal vez la mayoría) son simples oportunistas que, por medio de una buena retórica, han logrado estafar a mucha gente haciéndoles creer que poseían un poder supraterrenal. Sin embargo, existieron casos donde inexplicablemente –por lo menos para la ciencia occidental- se demostró que la conciencia podía influir en las personas y los objetos.
A principios de la década pasada, una gran cantidad de profesionales egresados de las más reconocidas universidades norteamericanas, en su mayoría bastante escépticos respecto a lo paranormal, comenzaron a investigar científicamente esta cuestión. Sus resultados, fueron sencillamente asombrosos. 
En septiembre de 1996, la psiquiatra Elisabeth Targ, directora del Instituto de Investigación Complementaria en el Centro Médico California Pacific, junto con el investigador Fred Sicher, llevó a cabo un estudio sobre curación a distancia. Para este trabajo, se tomaron a 40 personas enfermas de sida, la mitad de los cuales recibió una “curación a distancia”, seis días a la semana, durante dos meses y medio.
El proceso consistía en distribuir entre un determinado número de sanadores, unos sobres con la foto, el nombre de pila, y unos datos estadísticos del laboratorio, de los pacientes. Ni ellos ni los médicos se conocían entre sí.
Seis meses más tarde, los pacientes que habían recibido el tratamiento tuvieron menos enfermedades nuevas (2 contra 12), visitaron menos veces al médico, (185 contra 260), y permanecieron menos días en el hospital (10 contra 68). La conclusión, para Targ, fue que una persona puede, a través de la intención, influir en el bienestar físico y psicológico de otra, incluso a la distancia.
Por su parte, la médica y doctora en antropología con estudios de posgrado en la Universidad Stanford, Marilyn Schiltz, aceptó una beca de investigación de la Fundación de Ciencias de la Mente en San Antonio de Texas, para estudiar la acción y el compromiso de la mente en el mundo físico.
Sus investigaciones se dirigieron a la visión remota, la relación entre creatividad y capacidad psíquica, y la posibilidad de que el ser humano pueda influir en otro a través de una intención a distancia. Así, junto con el doctor William Braud, quien ya se encontraba en la Fundación de Ciencias de la Mente, realizó un estudio donde se le pedía a una persona que tratara de afectar a alguien que se encontraba en otra habitación, calmándolo o excitándolo.
Para evaluar la recepción de los afectados, utilizaron fluctuaciones electrotérmicas, es decir los cambios en las cargas eléctricas de la piel (lo mismo que se utiliza para los detectores de mentira), con el objetivo de medir los niveles de excitación durante los momentos de influencia.
El resultado, fue que había un 3 por ciento de variación respecto a las sensaciones fortuitas o accidentales, con lo que Schiltz señalo que, en menor o mayor grado, un individuo puede afectar a otro desde otro lugar.
Años atrás, el doctor Robert Jahn, ex decano de la Facultad de Ingeniería y Ciencias aplicadas de la Universidad de Princeton e investigador especializado de la NASA, aceptó, a principios de 1977, el pedido de de una estudiante para que se convierta en el tutor de su tesis.
Jahn, quien se manifestaba bastante escéptico sobre los fenómenos paranormales, estaba decidido a refutar a esta alumna, quien quería investigar sobre la influencia de los pensamientos en los aparatos electrónicos, un fenómeno conocido como psicokinesia.
Pero para su sorpresa, las investigaciones llevadas a cabo demostraron que los pensamientos de una persona sí podían influir en las máquinas. De esta forma, Jahn comenzó a preocuparse frente a la posibilidad de sabotaje de los sofisticados armamentos de última generación que poseen los Estados Unidos.
Fue así que dos años después, decidió fundar el laboratorio PEAR (Princeton Engineering Anomalies Research, o investigación de anomalías técnicas de Princeton). Allí junto a la psicóloga experimental Brenda Dunne, estudiaron durante 20 años la capacidad de la gente para influir en los aparatos. Para estos estudios, no se permite tocar las maquinas, y, preferentemente, se las trata de influenciar a la distancia.
Luego de más de 50 millones de prueba, Jahn ha comprobado que los resultados son estadísticamente significativos, y ha llegado a la conclusión de que algunas personas tienen una mayor capacidad para influir sobre las máquinas, por medio de la resonancia o el vínculo.
El doctor Gary Schwartz, profesor de psicología, medicina, neurología, y psiquiatría de la Universidad de Arizona, y su esposa, la doctora Linda Russek, profesora auxiliar de medicina, son codirectores del Laboratorio de Suistremas de Energía Humana de Tucson, Arizona.
Juntos, estuvieron estudiando la bioenergía y conciencia de los seres humanos. En 1993, tomaron los datos de un estudio sobre el estrés en los Estudiantes de Harvard. Analizando a esos mismos estudiantes, ambos científicos descubrieron que los alumnos que habían descrito a los padres como más afectuosos, tenían más probabilidades de tener una buena salud en la madurez que aquellos que los habían descrito como no afectuosos.
Además, investigaron la influencia de las ondas del cerebro y del corazón en los sujetos masculinos durante las entrevistas, y consiguieron demostrar que el patrón del ritmo cardíaco del entrevistador aparecía en las ondas cerebrales del entrevistado, afectando su conciencia.
Por último, analizaron a cinco reconocidos médium que afirmaban comunicarse con los muertos. Luego de un estudio riguroso, los médium obtuvieron un promedio de 83 por ciento de exactitud en sus respuestas sobre los difuntos, frente a un 36 por ciento de estudiantes universitarios que no tenían relación con esta disciplina.
Todos estos profesionales, se definen, antes que nada, como científicos, y, desde la ciencia misma, están comenzando a hacer añicos los conceptos clásicos de la medicina y la física          

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